sábado, 31 de mayo de 2008

31 DE MAYO: LA VISITACIÓN DE LA VIRGEN


Cerramos hoy el mes de mayo con la hermosa corona de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel. Cofrades todos que este mes nos hemos puesto a los pies de la Virgen dejando nuestros besos y oraciones, podemos acabar el mes reflexionando sobre lo que es una vida en Cristo, una vida que se pone al servicio de los demás empezando por los que tenemos más cerca de nosotros, así pues, miremos hoy a María puesta al servicio de los necesitados, de su prima Isabel, anciana y encinta, curioso como las cosas de Dios, pero que dio a luz al precursor de Cristo, a Juan el Bautista. Hay quien ha visto en ese viaje a lomos de un borriquillo la primera procesión del Corpus, María como custodia que guarda en su vientre el cuerpo de Cristo.
Aquí dejo el Evangelio que recoge el pasaje de la fiesta que hoy celebramos.

"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
María permanceció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa."

jueves, 29 de mayo de 2008

30 DE MAYO: SAN FERNANDO; La santidad también es la meta de los seglares, de los cofrades


Hermanos cofrades, aquí propongo como modelo de reflexión la vida del Santo que celebramos el 30 de mayo, San Fernando, rey de Castilla y León. Como cristianos, mas aún como cofrades, estamos llamados a la santidad en nuestro quehacer cotidiano; la santidad no es patrimonio exclusivo de consagrados, todos estamos llamados. Es por esto que San Fernando es un ejemplo, pues alcanzó el preciado tesoro en el contexto más difícil para alcanzarlo en el tiempo que le tocó vivir.

San Fernando (1198 - 1252) es, probablemente, el español más ilustre y una de las figuras políticas principales de uno de los siglos cenitales de la historia de nuestro país, el siglo XIII. Es uno de esos modelos humanos que conjugan en alto grado la piedad, la prudencia y el heroísmo.
A diferencia de su primo carnal San Luis IX de Francia, Fernando III no conoció la derrota ni casi el fracaso. Triunfó en todas las empresas interiores y exteriores. Dios les llevó a los dos parientes a la santidad por opuestos caminos humanos; a uno bajo el signo del triunfo terreno y al otro bajo el de la desventura y el fracaso.
Fernando III unió definitivamente las coronas de Castilla y León. Reconquistó casi toda Andalucía y Murcia. Los asedios de Córdoba, Jaén y Sevilla y el asalto de otras muchas otras plazas menores tuvieron grandeza épica. El rey musulmán de Granada se hizo vasallo suyo. Una primera expedición castellana entró en África y el rey Fernando murió cuando planeaba el paso definitivo del Estrecho. Emprendió la construcción de las catedrales de Burgos, Toledo y León. Apaciguó sus Estados y administró justicia ejemplar en ellos. Fue tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas y falsos conversos. Impulsó la ciencia y consolidó las nacientes universidades. Creó la marina de guerra de Castilla. Protegió a las nacientes Ordenes mendicantes de franciscanos, dominicos y mercedarios, a los que dió los solares donde actualmente se asienta la Basílica y el antiguo convento de la Merced de Jerez. C
uidó de la honestidad y piedad de sus soldados. Preparó la codificación de nuestro derecho e instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos, en sustitución del latín. Parece cada vez más claro históricamente que el florecimiento jurídico, literario y hasta musical de la corte de Alfonso X el Sabio es fruto de la de su padre. Pobló y colonizó concienzudamente los territorios conquistados. Guardó rigurosamente los pactos y palabras convenidos con sus adversarios los caudillos moros, aun frente a razones posteriores de conveniencia política nacional.
San Fernando, como gobernante, fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil en gracias cortesanas y puro de corazón. Encarnó, pues, con su primo San Luis IX de Francia, el dechado caballeresco de su época.
Su muerte, según testimonios coetáneos, hizo que hombres y mujeres rompieran a llorar en las calles, comenzando por los guerreros; se cuenta que a sus exequias asistió el rey moro de Granada con cien nobles que portaban antorchas encendidas.
Fernando III fue un santo-rey; es decir, un seglar, un hombre de su siglo, que alcanzó la santidad santificando su oficio, labor a la que estamos llamados todos los cofrades. Fue mortificado y penitente, como todos los santos; pero su gran proceso de santidad lo está escribiendo la más fría crítica histórica; es el relato documental, en crónicas y datos sueltos de diplomas, de una vida tan entregada al servicio de su pueblo por amor de Dios, y con tal diligencia, constancia y sacrificio, que llega a asombrar. Físicamente, murió a causa de las largas penalidades que hubo de imponerse para dirigir al frente de todo su reino una tarea que, mirada en conjunto, sobrecoge. Quizá sea ésta una de las formas de martirio más gratas a los ojos de Dios.
Vemos, pues, alcanzar la santidad a un hombre que se casó dos veces, que tuvo trece hijos, que, además de férreo conquistador y justiciero gobernante, era deportista, cortesano gentil, trovador y músico. Más aún: por misteriosa providencia de Dios veneramos en los altares al hijo ilegítimo de un matrimonio real incestuoso, que fue anulado por el gran pontífice Inocencio III: el de Alfonso IX de León con su sobrina doña Berenguela, hija de Alfonso VIII, el de las Navas.
Fernando III tuvo siete hijos varones y una hija de su primer matrimonio con Beatriz de Suabia, princesa alemana que los cronistas describen como «buenísima, bella, juiciosa y modesta» (optima, pulchra, sapiens et pudica), nieta del gran emperador cruzado Federico Barbarroja, y luego, sin problema político de sucesión familiar, vuelve a casarse con la francesa Juana de Ponthieu, de la que tuvo otros cinco hijos. En medio de una sociedad palaciega muy relajada su madre doña Berenguela le aconsejó un pronto matrimonio, a los veinte años de edad, y luego le sugirió el segundo. Se confió la elección de la segunda mujer a doña Blanca de Castilla, madre de San Luis.
No cabe duda de que la vocación viene de Dios y Él le quiso lo que luego fue. Le quiso rey santo. San Fernando es un ejemplo altísimo, de los más ejemplares en la historia, de santidad seglar.

martes, 27 de mayo de 2008

RUÁN DE MARTES SANTO



Este ruán que ahora llega lo conozco de siempre, lo he visto tantas veces en este Martes Santo... Yo veo cada año al mismo nazareno, que quizá no haya muerto porque aún no ha nacido. Este ruán lo conozco y conozco el esparto, Conozco al nazareno, su cera de tinieblas, sus sandalias, su mano desprovista de anillos, tan azules sus venas, tan blanca sobre el negro, apoyada en el pecho.
Años lo llevo viendo en este Martes Santo, en este mismo sitio, bajo este naranjo, música de capilla del canario que canta al balcón solitario en jaula de geranios. Tenía calzón corto y un tranvía de lata, un gato en la azotea y un lunes con colegio, cuando este nazareno pasaba con su cirio. El mismo nazareno que luego contemplara estrenando la sangre, una novia a mi brazo, la vida por delante y el mundo por montera. El que luego una tarde le enseñé ya a mi hijo cuando apenas sabía pedirle un caramelo. El que ya sin mi madre planchándome la túnica y sin mi padre oyendo saetas por la radio sigo viendo este Martes. Es el mismo de siempre.
Cambia todo en Sevilla, el ruán permanece. Permanece el esparto, la sandalia, la cera, el negro capirote, el escudo bordado, la mirada de siempre del mismo nazareno. Las sedas de aquel manto de primeras puntadas y fotos en la sala de cabildos de entonces, las pasaron cien veces a terciopelo nuevo. Los dorados cuarteles de aquel viejo estandarte cambiaron por el nuevo, custodia y ostensorio, sacramental ahora por esa plata vieja, el retablo de ánimas y aquel farol de mano. El palio ya es distinto, distinta la manera de tocar esa banda, ahora tanta alegría donde antes sólo iba un triste tamborcito que le hervía la sangre a los hombres del muelle con aquel soniquete monótono y malage.
Aunque todo ha cambiado, aunque aquellos corrales ya no tengan pestiños ni copas de aguardiente aguardando centurias de Roma y mariquillas; aunque no quede uno de aquellos que en la foto celebran el quinario con un arroz de venta y un fraile dominico con un pico de oro, que predica cantando, pues dicen que es gitano y la gente lo sigue desde Radio Sevilla; aunque aquel viejo párroco ya no vaya de preste con cirio y con breviario detrás del nuevo manto; aunque aquella Sevilla tan sepia y tan cercana ya no exista ni exista la casa de tus padres, las cajas con las fotos del frente y de la boda, el batón del bautizo, la peina en el altillo, mantones enrollados en papeles de seda, la túnica que un día servirá de mortaja, te la encuentras ahora, como siempre, infalible.
Tú conoces de sobra a esos nazarenos, ruán que permanece y al que ahora te aferras lo mismo que esa mano el antifaz atrapa. No marcó ni un minuto el reloj de la Plaza desde entonces: lo sabes al ver al nazareno. Pregona su victoria porque al tiempo ha vencido, Giraldillo triunfante que lleva en vez de palma un cirio en su cadera, que da la luz de siempre.
Es mentira, no han muerto aquellos nazarenos que le dieron grandeza a este rito de siglos. Te lo ha dicho esta tarde, porque es Martes Santo, ese alto, soberbio, de andares señoriales, que has visto tantas veces, de ruán y de esparto.
No mueren en Sevilla los viejos nazarenos. Se reencarnan en estos que ves el Martes Santo. Aunque nada es lo mismo en ellos permanecen memorias remansadas del tiempo detenido. Venga, vamos, que tienes otra vez siete años y tu tía te lleva a ver los nazarenos. Venga, coge esa cera, pon la mano, Antoñito, cuidado, no te quemes, qué grande está la bola. Caramelos no pidas, que éstos son de silencio.
Todo es de silencio aunque sea de capa, que de capa te abres ante el toro del tiempo cuando pasa esta tarde ese ruán tan antiguo de tramos y más tramos de nazarenos muertos que visten este Martes de nuevo sus mortajas.


Antonio Burgos

lunes, 26 de mayo de 2008

LA PASIÓN Y LA GLORIA UNIDAS ANTE EL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Era de esperar la colaboración de la que todas las Hermandades, tanto de Pasión como de Gloria, hicieron gala en la procesión del Corpus de ayer. Los titulares de cada una de las hermandades de Herencia estuvieron representados por los respectivos estandartes que fueron portados por los hermanos e hicieron cortejo de honor al Santísimo Sacramento durante la Procesión, procesión plagada de altares, alfombras, plantas, romero, tomillo, incienso y pétalos de rosa. Unidad y Fraternidad que reveló a Herencia como un pueblo de fuerte creencia en Cristo en su máxima expresión de entrega, hecho verdadero Pan vivo.



Cáritas ofrecía claveles y romero para acompañar al Señor antes de la procesión a las puertas de la Iglesia



Ultimando preparativos en los estandartes, al tiempo que se le va dando el relevo a los jóvenes cofrades que con ilusión participan de la vida de Hermandad portando el estandarte, algunos por primera vez.


Las niñas y niños de Primera Comunión hicieron corte de honor a Cristo Sacramentado


Los niños y niñas esperaban con impaciencia el comienzo de la procesión


Éste era el aspecto que presentaba la plaza, al fondo los estandartes de Hermandades, visiblemente los de Pasión.


Momento en el que se coloca el viril con Sagrada Forma en la Custodia procesional


La Custodia comienza a moverse dentro del templo, a la lanza de la Carroza, Francisco, cofrade de vivencia y sentimiento que con tanta ilusión participa de la vida de las hermandades


El Señor salió de la Iglesia entre las notas del himno eucarístico "Cantemos al amor de los amores"


Al paso por el Ayuntamiento


Parada en uno de los múltiples altares que se dispusieron a lo largo del recorrido


Cabecera del Cortejo de Estandartes, formada por los estandartes de la Virgen de la Cabeza, de la Anunciación y de Santa Lucía


Las madrinas portando las banderas que formaron parte del cortejo, a su paso por una de las olorosas alfombras que perfumaron el paso de la Custodia


Cortejo organizado de los niños y niñas de Primera Comunión


Altar particular bendecido durante el recorrido


Momento en el que se inciensa al Santísimo en la parada en un altar de la Calle Lope de Vega

Detalle del altar que la Comunidad de Mercedarios y la V. O. T. y Hermandad de Ntra. Stma. Madre de las Mercedes de la Villa de Herencia colocó a las puertas del Convento, integrado Nuestra Madre de la Merced, San Pedro Nolasco, fundador de la Orden, y San Ramón Nonato, patrón de la Eucaristía.


Oración e incienso que el P. Mario, cofrade adoptivo de nuestra Semana Santa, ofreció ante el altar de la Merced al paso de la Custodia.


Abundante petalada que la V.O.T. de la Merced ofreció al Señor desde el balcón del Convento


En primer plano, los estandarte de la Hermandad del Cristo de la Misericordia y Prendimiento de Jesús llegan a la Plaza.


Comentarios y alegría al haber recibido la bendición del Señor en esta procesión del Corpus 2008


domingo, 25 de mayo de 2008

PONERNOS EN LAS MANOS DE DIOS


El pasado martes, la liturgia proponía una primera lectura verdaderamente preciosa por lo que tiene de actual y por lo que nos anima a ponernos siempre en las manos de Dios. Un cofrade sabe que Cristo es el horizonte de su vida y que, seguramente, marcará todos los pasos que dé y que vayan conformando su propia historia. Un verdadero cofrade no dará un paso importante sin buscar el consejo en los ojos de su Cristo o de su Virgen, sin pedirle la venia vital que necesitamos para caminar por esta carrera oficial que es nuestra propia vida. En este sentido aquí os dejo el texto del capítulo cuarto de la Carta de Santiago para que sirva como catequesis y meditación cofrade. Un saludo, hermanos.




"Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
No os gloriéis del día de mañana
Así pues, los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y haremos negocios, y ganaremos, cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de eso deberíais decir: Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado".

UN CUENTO DEL CORPUS


Todas las tardes de Corpus, cuando por el aire quieto vuelan fantasmas de repiques de campanas, cuando la calle Francos es un hondo cauce sin vida alfombrado de restos de cera y de romero, cuando en ese silencio y ese vacío parece oírse el eco del tintineo de las campanillas de plata, cuando la melancolía se derrama sobre la ciudad como el pelo sobre la espalda de la Inmaculada, cuando al sentir como el tiempo muere en nuestros brazos nos invade una congoja infantil que los años no curan, releo el hermoso cuento El poeta maldito que Rafael Cansinos Sáenz escribió un día que, lejos de Sevilla, el olor del romero le hirió de recuerdo de Corpus.


Una tarde de junio el viejo y taciturno poeta que había renunciado a su hermosa ciudad del Sur para buscar en Madrid una gloria que no encontró, estaba escribiendo ante la desvencijada mesa de su pobre estancia mientras por la calle madrileña discurría el Corpus. "La patrona, una buena mujer de alma sencilla, llamó quedamente a la puerta. '¡Don Antonio! ¡Don Antonio! ¿No quiere usted ver la procesión?'... ¡El Corpus!... ¡Cómo, a pesar de sus años, le conmovía este nombre! Vivía olvidado de toda fiesta, de todo rito antiguo, obcecado en aquella labor literaria de poeta maldito que no lograba la celebridad, con el alma enconada de despecho… Y sin embargo, ¡cómo le había conmovido la voz de la mujer sencilla! ¡El Corpus! Y advirtió de pronto que este nombre tenía vivas y hondas raíces en sus recuerdos.


Era, allá en la provincia, un esparcirse de juncia por las calles, que ya estaban estivalmente entoldadas; un rebrillar de áureas dalmáticas, un loco repicar de campanas que no apaga los píos de las golondrinas, sino que los hacía más vivos, sobre las azoteas; una general alegría, algo así como un triunfal y pesado estremecimiento de júbilo que consagraba la gloria del estío. Él era niño entonces; vestía ya su traje de verano y veía pasar la larga procesión en aquella calle entoldada, donde los pies se hundían en ramos de romero y de juncia…".Conmovido cogió su mejor poema, un himno panteísta de sentido heterodoxo, lo partió hasta que en cada trozo "sólo se podía leer una palabra inocente: cielo, azucena, lirio, rosa, mujer, estrella, amor" y los arrojó al paso de la Custodia, viéndolos "envolverse en las nubes del incienso y en las armonías de la música sacra" como "una ofrenda restituida a aquel remoto tiempo de su infancia en que él, estivalmente vestido de claro, arrojaba al paso de la sacra Custodia, ingenuo y fervoroso, no mustios papelillos, sino rosas, grandes rosas vivas, de los precoces jardines del Sur…".

Carlos Colón
En: El Diario de Sevilla.
25 de mayo de 2008

LA NOCHE DE SU PASIÓN TOMÓ EL PAN ENTRE SUS MANOS


Tomando prestado el dicho tradicional, decían las abuelas que "hay tres jueves en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión", pues bien, en este año ya dos jueves nos han deslumbrado con sus destellos, estrictamente tres, pero es hoy cuando la Iglesia celebra la fiesta del Corpus, la fiesta de la Eucaristía que fue instituía por Jesús en la última cena, en la noche de su pasión. Hoy las calles de Herencia lucirán sus mejores galas y los altares populares se postrarán al paso de la custodia sobre alfombras de romero lluvia de pétalos, pero al sol brillante del Corpus se unirán las ráfagas que aún se conservan del Jueves Santo porque los estandartes de las hermandades de pasión, unidas al cuerpo de las de Gloria, harán corte de honor al Santísmo Sacramento.

No puedo evitar cada vez que veo a Cristo Sacramentado en la Custodia trasladarme al cenáculo y ver el pan partido en las manos de Jesús. ¡Qué bonita esa canción que dice: Comiendo del mismo pan, bebiendo del mismo vino, queriendo en elmismo amor sellamos tu alianza Cristo. La noche su pasión tomó el pan entre sus manos y dijo; tomad, comed, este es mi cuerpo entregado. La noche de su pasión, cogió el cáliz en sus manos, y dijo: Tomad, bebed, es la sangre que derramo".


Disfrutemos, pues, de la Gracia de tener por nuestras calles al Santísimo Sacramento del altar derramando sus bendiciones.




¡Viva Jesús Sacramentado!


LA GLORIA DE LA PASIÓN: Flores en mayo para las lágrimas de primavera


Es bonito ver de qué manera el dolor profundo de la Madre de Dios no se queda dentro de las puertas de los templos el Viernes Santo, sino que marca una guía de vida para sus cofrades. Este mes de mayo, a iniciativa de los anderos, la Virgen de la Soledad ha tenido flores frescas a sus pies que se han ido renovando por el cariño de los mismos hombros que la elevan hasta el cielo en la Semana Santa.
Las flores para los hombres de todas las culturas tienen un significado muy especial, están presentes en todos los ritos de la vida, desde los nacimientos hasta la muerte, pasando por supuesto por todos los ritos de iniciación y compromiso; también se utilizan como ofrenda que se deposita en los altares de los Dioses y que adorna y perfuma los templos, al mismo tiempo que conduce la oración a las alturas. Mayo es el mes del esplendor y explosión de la primavera que el hombre pone a los pies de la Madre-Reina de los Cielos de la que recibe tantos dones, por eso las ermitas marianas se llenan de las flores que se cortan de los jardines, y no importa si la Madre ríe o llora, con más razón si llora necesita las flores, y así, la Virgen de la Soledad de la Hermandad del Santo se ha manifestado como la Madre a la que acuden en este mes de mayo todos sus cofrades para decirle: Madre, aquí tienes estas flores para consuelo de tus lágrimas.

domingo, 4 de mayo de 2008

LIRIOS Y CLAVELES


Las mujeres se fijan más que los hombres en las flores de los pasos. Los hombres sabemos que sí, que los pasos llevan flores, pero no nos pregunte usted cómo se llaman esas pequeñitas y refinadas que este año recorren el moldurón de plata del palio. Eso lo saben las mujeres perfectamente. A los hombres no nos saque usted de las flores antiguas, de la rosa y del clavel, del lirio y del naranjo que florece entre la plata de un palio de la madrugada. Las mujeres te dicen no solamente cómo se llaman esas flores exóticas, sino de qué países llegaron, qué primores de manos de floristas las colocaron, si recuperan formas antiguas o si despejaron esquinas que ahora sólo lucen blancuras del guante de los manigueteros. Pasan los pasos, pasan las flores de los pasos, pasa el olor de las flores de los pasos, y a mí hoy, cuando la ciudad está sosegada y en calma como corresponde a la festividad del día, ese olor, ese color, me recuerdan algo que considerar no se suele. No hablo de dónde vienen las flores de los pasos, sino adónde van algunas veces.
Mañana Viernes por la tarde veré un Cristo entre ladrones. Junto a las flores de lis del recuerdo de la grandeza romántica de la cofradía y a las doradas garras de los zancos, los humildes lirios. Los lirios de siempre. La mejor alfombra de la Real Fábrica que Don Antonio de Montpensier tuvo en San Telmo era un esterón de la espartería de la Alfalfa al lado de los lirios del campo que tapizan el monte del Cristo. De entre esos lirios, yo conozco un manojito. Aún están frescos, copiando el color de las túnicas de los nazarenos, en una historia que me contaron y que recuerdo. Pongamos que ocurre ahora. Es ya madrugada del Viernes al Sábado. Un hermano de esa cofradía no ha podido verla este año. Se lo llevaron más que maluscón al hospital el Domingo de Ramos. Quirófano, sala de despertar, cuidados intensivos. Ahora es noche cerrada de hospital e incertidumbre. Pasillos vacíos. De pronto, por aquella soledad avanza un hombre vestido con un terno negro. Lleva unos lirios en la mano. Es el capataz de la Carretería. Se acerca a los familiares del enfermo. Le da los lirios. Les dice:
-- Dádselos de parte de la hermandad. Son los lirios que ha llevado el Cristo...
Y pongamos que también ocurre ahora mismo otra historia que me contaron. Viene la Esperanza triunfante por Escoberos. Una macarena está esperándola. Aguanta el arreón de la bulla de ciriales para verla. Antonio Santiago toca el dragón y el paso se para. La sevillana está mirando a la Madre de Dios y rezando. No se da cuenta de que un nazareno de antifaz de viejo terciopelo verde se ha acercado al paso, ha tomado un ramo de claveles blancos y ahora se lo está dando. No sabe si son nuevas o viejas las lágrimas que le brotan cuando ese nazareno, dándole el ramo de flores, le dice:
--Toma, para que se las lleves a tu madre, que éste es el primer año que no ha podido verla. Estas flores han estado con Ella toda la madrugada...
La macarena abraza el ramo contra su pecho cuando está pasando una Virgen que ya no sabe si ve aquí, en Escoberos, o si está viéndola aún en el viejo cuadro del cuarto de su madre. Deja la bulla. Sale a la Resolana. Para un taxi. De va al cementerio. El cementerio sí que está sosegado y en calma como corresponde a la festividad del día más cierto. La macarena va por los cipreses, hacia un mármol. Sobre el que ahora, en un silencio de altos pájaros, con una luz de cuerpo cortado por la madrugada, deja esos blancos claveles.
Las mujeres saben de dónde vienen las flores de los pasos. Los hombres sabemos adónde van muchas veces los lirios o los claveles de un paso. Ni más ni menos que a la verdad de la vida y de la muerte.
Antonio Burgos

BLOG DE LA HERMANDAD DEL SANTO


Hermandad herenciana con solera que también da el salto al ciberespacio descubriendo las posibilidades de expansión de la fe y la vivencia cofrade que ofrece este medio. La Real Cofradía del Stmo. Cristo de la Columna, Nuestro Señor de los Afligidos y Stma. Virgen de la Soledad abrió en abril un blog cuyo enlace se encuentra ya en el apartado de enlaces de este blog. ¡Cómo se nota la vida de las hermandades y ese sector joven que no solo lleva con una maestría singular a la Soledad sino que la lleva presente durante todo el año en su vida cotidiana! Lleno de sentimiento cofrade hasta ahora sus entradas dibujan una semblanza cofrade perfecta, emotiva y profundamente sentida que harán revivir a los lectores momentos mágicos de la pasada Semana Grande y nos animarán a mirar al futuro semanasantero de nuestro pueblo con optimismo y renovadas ganas de trabajar por lo nuestro. ¡Ánimo a la Hermandad del Santo y adelante!. Saludos, hermanos.
enlace: http://cofradiaelsanto.blogspot.com

LA CRUZ DE MAYO


La devoción a la Cruz viene de tiempos tan remotos como el propio cristianismo, pero de la celebración popular de la fiesta de la Santa Cruz apenas hay datos antiguos. Los primeros testimonios conocidos se remontan al siglo XVIII, lo que no quiere decir que la fiesta no existiera desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para empezar a decaer a principios del XX.

Esta fiesta, en su vertiente popular, estuvo muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración ha presentado siempre en todas sus manifestaciones una serie constante de elementos comunes, como tener como centro de la fiesta una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna. A su alrededor se vive la fiesta, con bailes juegos y coplas. A veces hay procesiones, de carácter religioso o pagano.
A la hora de establecer los orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que hacer referencia a una serie de fiestas paganas que se celebraban desde tiempos remotos coincidiendo con la entrada del mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y la naturaleza, de la primavera. Ha sido siempre un tiempo muy proclive para la organización de fiestas. Así, desde antiguo se celebraba la fiesta conocida como la de "las mayas" en alusión al mes-. Era una celebración de carácter alegórico que tenía como protagonista a una niña (la maya) vestida de blanco y coronada de flores. Junto a ella una corte de jovencitas, también ricamente engalanadas, que pedían "un cuartito para la maya, que no tiene manto ni saya".
De esta fiesta, quedan costumbre como festejos en algunos pueblos en los que se coloca en la plaza principal o en otro lugar elegido por la tradición un gran árbol denominado mayo, al que se adorna y se convierte en centro de una celebración festiva. Según Covarrubias, "mayo suelen llamar en las aldeas un olmo desmochado con sola la cima, que los mozos zagales suelen en el primer día de mayo poner en la plaza, o en otra parte". Otro autor, Basilio Sebastián de Castellanos, aporta más datos: "El llamado mayo, protagonista de la función cívico-campestre, consiste en un tronco muy alto, comúnmente de álamo verde, vestido de flores, cintas, ramas y frutos, y en muchas partes pañuelos de seda y otras prendas de vestir, que plantan los jóvenes labriegos de nuestros pueblos en la plaza y a cuyo alrededor se baila todo el día con entusiasta alegría".
Como se ve, los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos. Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI, Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora, diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera y con la procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops. También se las relaciona con las fiestas de Attis, un hermoso joven que vivía en los bosques de Frigia y que la diosa Cibeles lo eligió para sí, haciéndolo guardián de su templo, pero con la condición de que se mantuviera siempre virgen Attis cedió al amor de la ninfa Sagaritis y entonces Cibeles hizo que ésta muriera, derribando el árbol del que dependía su vida. El muchacho enloqueció y se castró, tras lo cual la diosa lo volvió a admitir en su templo). La fiesta, rememorando su muerte y resurrección, tenía lugar coincidiendo con el equinoccio de primavera. Como consecuencia de la sacralización cristiana de prácticas paganas y supersticiosas, el mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la celebración. A su lado confluyeron elementos tomados de otras prácticas paganas: la maya, que en muchos sitios se coloca junto a la cruz, la artificiosa decoración, los cantos y bailes, etc. El paso de la celebración pagana a la religiosa, popular en ambos casos, habría resultado favorecido por el antiquísimo culto litúrgico a la Cruz y por las leyendas sobre el descubrimiento de la auténtica de Cristo. Como se aprecia, la esencia del Día de la Cruz está íntimamente ligado a la adoración y exaltación de la Cruz donde murió Jesucristo.