jueves, 3 de abril de 2008

Al cielo con Ella, hermano


Te has ido al cielo, Jesús, dejando en tus amigos una sensación que no sabemos bien si es de pena, rabia, agradecimiento por lo que nos has dado o nostalgia de lo que nos ha quedado por vivir juntos. Seguramente viste el rostro moreno de la Reina del Cabezo tendiéndote hermosa el escapulario de la Merced y no pensaste más que en marcharte con Ella, pues Ella te quería allí. Ahora podemos estar seguros de que habrá romerías en el cielo, de que los vivas se gritarán por miles y de que los ángeles se pondrán en danza para que la Virgen tenga nuevos mantos, flores siempre frescas, romero en el trono y música, mucha música. ¿Cómo habrás entrado? Seguramente cantando "Hoy quiero cantarte, Señora de Mercedes, Reina Soberana, Madre Celestial, yo soy una alondra que ha puesto en ti su nido y viendo tu hermosura te reza su cantar: Luz de la Mañana, María, templo y cuna, mar de toda gracia, fuego, nieve y flor; puerta siempre abierta, rosa sin espinas, yo te doy mi vida, soy tu trovador". Así abriste el pregón de Semana Santa de Jerez, así nos emocionamos los dos ante la Hermosona y ese fue el regalo que le hicimos (tú a la voz y yo al órgano) a aquellos novios de agosto.
Fuiste el pregonero de la Semana Santa y de la Feria de tu Herencia, de nuestra Herencia, y sin miedo proclamaste lo que llevabas en lo más hondo del alma; amabas nuestra Semana Santa, te preocupaba su buen hacer... Antonio, ¿ha salido el Señor del Consuelo? Sí, este año sí.... ¡olé mi Antonio, vamos pa´ alante!
Jesús, amigo, hermano, ahora que la tienes tan cerca, pídele por favor que se encargue de mandarnos la ilusión y la alegría de las que nos ha privado llamándote, pídele que nos de la Gracia para entender el misterio de que le hicieras más falta a Ella que a nosotros, aunque es cierto que se lo pedías en la salve que le compusiste cuando le decías "Y al fin del camino, que pueda en el cielo contemplar tu cara sin noches, sin velos: SALVE, SEÑORA!
Hasta siempre, hermano, los que te conocemos sabemos que desde allí, y ahora que puedes, estarás, como siempre, pendiente de nosotros, cuidándonos desde el regazo inmenso de la Virgen y extasiado en la presencia de San José, que ha sido quien ha tocado el definitivo martillo de tus pasos para decirte: Jesús, vámonos al cielo con Ella.

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